ACASO
Como atento no más a mi quimera
no repara en torno mío, un día me
sorprendió la fértil primavera
que en todo lo ancho del campo sonreía.
Brotaban verdes hojas
de las inclinadas yemas del ramaje
y era una lluvia de saetas de oro
al sol sobre las frondosas juveniles;
del amplio río en el caudal sonoro
se miraban los álamos gentiles.
Tras de tanto camino es la primera
vez que la miro brotar la primavera
dije, y después declamatoriamente:
¡Cuan tarde ya para la dicha mía!
Y luego, al caminar, como quien siente
alas de otra ilusión: Y todavía
¡Yo alcanzaré mi juventud un día.